Digamos
que me cansé del verso y que me va mejor la prosa.
Digamos
que dejaste de hacerte el loco (sí, tú, compañero gris, anodino,e inexperto) y le pusiste suelas de plomo a mis zapatos.
Digamos
también que se quito la pereza y al fin encontraste
un norte que me guíe.
Digamos,
además, que paraste de buscar consuelo por que te diste
cuenta que yo ya era cielo limpio, blanca nube.
Digamos
que, cuando dimos ese paso pequeñito, empezamos a
recorrer la vida.
Digamos
que en este preciso instante nos estamos percatando de que el mundo ya no es igual, el nuestro no.
Y por último,
digamos que ya podemos respirar.
Sería
perfecto, ¿no? No habría más opción que la felicidad, ¿cierto? El resultado de
que ocurra todo lo que uno quiere y de
la forma en que se lo imaginó, necesariamente es la satisfacción completa, ¿verdad?...
Porque es imposible que lo mejor para nosotros sea algo distinto a lo que añoramos…
Digamos...
que me casó la prosa y regreso al verso...
0 Comentarios