De pie,
estática, mira al frente. Le asusta no
observar nada. ¿Cómo podría hacerlo? El miedo es una bruma que emborrona la
realidad...
Respira.
“Daré
el paso”.
Y levanta el pie.
Y lo vuelva a bajar.
Cierra los ojos.
“Si no distingo
nada, es mejor pensar
que es por tener los ojos cerrados”.
Y cree su mentira.
Empieza a dar el primer paso.
“¿Y si me tropiezo…?”
Y no ve dónde pone el pie.
Y tropieza. Y cae.
Se lamenta.
“¡Lo
sabía!”
Intenta volver atrás,
pero no puede: tiene los ojos cerrados.
Los abre.
Ve el camino de regreso… es largo y de bajada.
“¿No di
un solo paso?”
Empieza a entender.
Un solo paso.
Pequeñito.
Doloroso.
Trascendental.
Confía.
“Puedo hacerlo…”
Se arriesga.
“Seguiré
adelante”
Y camina hacia la bruma.
Miedosa.
Adolorida.
Sin distinguir mucho más que antes.
Pero camina.
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Precioso
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