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 publicado  fas fas fasf afa as

Cursi

Anoche

Soñé que te amaba. Soñé que te amé durante mucho tiempo y que un día me llegó la invitación a tu boda. Con ella venían adjuntas varias tarjetas escritas a modo de cartas, pero nunca las lei. De pronto estaba contigo y tu futura esposa y tu hija. Era todo hermoso; tu felicidad y mi alegría por ella. Yo no quiero tener hijos, pero sentí una punzada profunda mientras miraba a tu pequeña jugar y reir. Creo que, incluso entonces, deseaba desesperadamente hablar contigo. Hablar de verdad, quiero decir. Profunda y sinceramente, como si fuéramos amigos, como si significara algo para ti, como si alguna vez me hubieras querido. Esa vez tampoco sucedió, por supuesto. Soñé que te amaba y que te ibas a casar y que tenias una hija y que tu novia era una buena mujer. Y me dolió tanto que desperté llorando. Incluso mientras pensaba que no era cierto, que yo no te amaba ni tu a mi, el dolor ya se había instalado y yo no podía rehuirle. Ahora duele más pensar en ti.

Poemas Ilustrados I: Proverbios y cantares

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XXIX  Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar. Al andar se hace el camino, y al volver la vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar. Caminante no hay camino sino estelas en la mar. Antonio Machado

Desintegrarse

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Su angustiante y sempiterna espera termina con un estallido cuyo estruendoso silencio  resuena  en cada célula de su cuerpo. Y al fin, la nada.

Sin título VII

Estoy harta de los amores de cartón. De la gentileza parida por convencionalismos sociales, de la camaradería artificial revestida (o rellena) de urbanidad. ¿Cuándo dejamos de ser nosotros  y nos convertimos en aquellos ? Estoy harta de los amores de cartón. De que se deformen con la más mínima llovizna. De que combustionen y se vuelvan cenizas con el más insignificante chispazo. Estoy harta de los amores de cartón. O se vuelven reales, o los tiro todos a la basura de una bendita (maldita) vez.

DE CUANDO LA RANA SE ENCONTRÓ CON UNO DE LOS PRÍNCIPES A LOS QUE NUNCA BESÓ

O mejor dicho, que nunca la besaron. Con infinita ternura, Su Majestad la tomó entre sus manos y acercándola a su pecho a modo de abrazo, le dejó escuchar los latidos de su corazón. ¡Oh! ¡Cuánto hacía que no experimentaba semejante calidez! Aún tenía la mirada franca. Aún su voz sonaba acariciadora. Aún era todo lo bueno que recordaba. Y, en un arranque de locura, pensó: "Podría quedarme a su lado. Podríamos caminar juntos hasta cierto punto del camino". Pero él, repentinamente, la volvió a depositar en el suelo y con una encantadora sonrisa de despidió y continuó andando solo. La rana lo vio alejarse hasta que desapareció en un recodo, y de un brinco emprendió su propio camino con la esperanza de volvérselo a encontrar alguna otra vez.