Reír.
Con la boca, con los ojos, con las manos, con los pies.
Hacerle cosquillas a los gestos rígidos, los semblantes decaídos, los ánimos dormidos y provocar un estallido de efusividad.
Reír como pocos saben.
Reír de verdad.


Querer.
Con la magnificencia de los detalles sencillos.
Sin herir. Volviendo la daga antes de clavarla.
Sin recelar. Dando, dando, dando.
Recibir debe ser una consecuencia inesperada.
Querer, simplemente.


Respirar.
Levantarse cada día e inhalar una bocanada de vida.
No la atmósfera asfixiante de una rutina indeseada.
No el aire enrarecido de la amargura por las decisiones nunca tomadas.
No el aliento pútrido del miedo soplándote a la cara día tras día…
Respirar, ¿ahora lo entiendes?
respirar de verdad.