…Entonces,
el chico malo me tomó de la mano
y me arrastro con él.

Corrimos por el mundo,
y  me revistió de su indiferencia,
de su ímpetu,
de su locura.

Y pude gritar que estaba cansada
que quería parar,
que quería que me dejaran de joder.


Me fui desnudando más de mí
y vistiendo más de él,
hasta el punto de no tener miedo
de mandar todo a la mierda

Continúe corriendo de su mano
sintiendo que me liberaba,
que lograba volar.

Y ya no era yo, si no él en mí.

Pensé que había roto mis amarras,
pero resultó que solo las cambié por cadenas.

Y tarde,
muy tarde,
descubrí que el chico malo
no fue mi libertador


sino mi verdugo.